lunes, 30 de junio de 2008

Tamarit


































Objetivos:
Analizar el conocimiento como hecho social, su producción, legitimación y transmisión por vía de la escuela Relacionar el conocimiento con el poder Reflexionar sobre la función de la escuela para las clases subalternas.

Conceptos básicos:
El sistema educativo constituye un importante centro de poder ideológico. El conocimiento escolar es el resultado de un complejo proceso selectivo. El currículum escolar se halla cargado de contenidos que no pueden ser encuadrados dentro del campo del conocimiento. El conocimiento ‘científico’ de la realidad natural y social es legitimado por el hecho mismo de su producción en función de quiénes lo producen. El sentido común del docente facilita la aceptación acrítica del conocimiento escolar. No hay ninguna relación directa entre conocimiento y poder, sólo la organización permite construir poder. La buena escuela para las clases populares será aquella que despierte o estimule la conciencia crítica, que no deforme la historia, que no ignore vastos espacios de la realidad social, que no oculte o descalifique el conflicto, en fin, que no reprima, que libere.

Introducción al tema:
La producción de creencias nos lleva a veces a enamorarnos de frases que, al ocultar su violencia simbólica, contradicen nuestros propios supuestos o ideales. El mito es un potente generador de creencias que alimenta el sentido común; por ello, parte de la tarea de un educador crítico es brindar los elementos que permitan ‘desmitificar’ la realidad que el mito intenta ocultar. Para introducirnos en el análisis de la relación conocimiento-poder, tomamos de otro texto de Tamarit, “Poder y educación popular”, la definición del mito como un habla despolitizada. Citando a R. Barthes, en tanto el despojo de la historia hace que las cosas se purifiquen, se tornen inocentes: “el mito priva totalmente de historia al objeto del que habla. En él, la historia se evapora; es una suerte de criada ideal: prepara, trae, dispone, el amo llega y ella desaparece silenciosamente; sólo hay que gozar sin preguntarse de dónde viene ese bello objeto. O mejor: no puede venir más que de la eternidad; desde siempre estaba hecha para el hombre burgués...” El lugar propio del mito es la política y su eficacia consiste, precisa y paradójicamente, en despolitizar la palabra. Por lo tanto, continúa Tamarit, si queremos neutralizar su efecto debemos comenzar por reintroducir la política en los elementos sustantivos que componen su enunciado. Por tal razón, para despojar al término de ‘poder’ de su alta carga de ambigüedad, es necesario realizar algunas distinciones: ¿de qué hablamos cuando hablamos de poder? ¿Poder de quién, sobre qué o sobre quién, para qué? ¿Es lo mismo tener poder sobre las cosas que tener poder sobre los hombres? ¿Es lo mismo tener poder sobre un individuo que tener poder sobre una clase social? La pregunta, en tal caso es: ¿qué es el poder? Como ya sabemos, la respuesta será diferente según provenga de la teoría del orden o de la teoría del conflicto. Lo que no podemos hacer es dejar pasar por alto el significado atribuido al concepto si queremos tomar postura frente a su relación con el conocimiento. Pero el término ‘conocimiento’ también está cargado de ambigüedades y es sujeto de distintas interpretaciones y aplicaciones. De todos modos, nuestra preocupación por el concepto está ligada a una preocupación más amplia: ¿cómo puede la escuela promover o, más humildemente, contribuir a la realización de una sociedad más justa, ética y solidaria? Quizás esta misma frase de Tamarit sirva para cerrar y abrir este debate: “nos atrevemos a afirmar que mientras las letras contribuyan a ‘manufacturar el consenso’, a debilitar el ‘núcleo del buen sentido’ de los hombres del pueblo, en fin, a formar ciudadanos uncionarios, la escuela pública no será la escuela del pueblo. Teniendo presente, asimismo, que el Estado no se va a desprender generosamente de ella, sólo cabe visualizarla como un espacio a conquistar; un espacio de lucha por las definiciones de la realidad que no se fundan en premisas ‘científicas’ sino en razones políticas. Un espacio que no tiene más opciones que la de ser crítico o cómplice. De nuestra inteligencia, de nuestro compromiso y de nuestra voluntad la de los hombres del pueblo, queremos decir depende, entonces, que la escuela se convierta en un ámbito de resistencia efectiva”. (Del libro “Educar al soberano”) Pasemos ahora a analizar los conceptos de conocimiento y poder.